Refiriéndome a la nada,
y reprimiendo flechas del camino,
hay un políglota que me espera,
desenvaino algo tan sencillo como mi boca y su sonrisa,
pásame la herida, lamentaré el verso hoy por ti:
Parlamos dos colillas que se consumieron en el pasado,
dos manos que eran comisarias, se detuvieron y se esposaron.
No me pidas más, amor, la rosa que no te tengo,
no me pidas mi viento y mi furia,
solo permite que este Corán de perdedores conmueva a la tiniebla.
Noche en vela yo te aguardo, y te abrazo mientras lloras,
y te mudo la piel con el olor de la derrota... así mi miseria alcanza tu pena
y se consuelan mútuas ellas, groseras... amantes.
Mas no me pidas la rosa que no te tengo,
deja ordeñar a la ubre el viento que te ha robado el tiempo,
deja al arbusto crecer para que la rama toque el cielo,
deja las cosas mal puestas, en su sitio... deja que cada cual lea su libro.
Y así otra vez te abrazaré fuerte, mi amor, fuerte contra el pecho.
Y si te caes, me caeré contigo, que me muerda la muerte a mi primero,
te regalo el todo y la nada, los hilos de una costurera desquiciada,
la tinta de una letra malhablada, la sílaba decadente que se juega la vida por nada.
Pero ni se te ocurra, no lo vuelvas a hacer nunca...
... no me pidas la rosa que no te tengo.
D.