lunes, 17 de mayo de 2010

Bucear.

(ilustración de Luis Royo)

Sobrevuela la bíblia de un codazo,
frenética y absurda,
sin remedio ni pluma.

Miran los soñadores piratas de un mar precipicio,
como la sirena de olor a neftalina
nada ella solita lagos y arrabales.

Pide auxilio con la voz oxidadita de la mar salada,
quiere que la pesquen y le curen las heridas
de la vida bandolera y el tritón descorazonado.
Ansía andar la arena y la montaña,
vivir en una casita de madera y comer gachas,
y dormir en cama limpia con olor a armonía perfumada.

Ya no sirven las azañas ni las tribus,
ni los signos ni las banderas ni los himnos,
la sirena ya no canta, ya no duerme, ya no nada,
tiene dolida la garganta, desvanecida su bonanza,
y a la esperanza... le clama el nombre y la palabra.

D.



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