que las penumbras dicharacheras
de los hombres más falsarios
quedarían sordas y asoladas.
Mi grito no sería de sirena ni de mujer fatal
ni de princesa delirante ni de reina del carnaval
ni de elefante estremecido ni de hormiga acoquinada.
Mi grito es tan fuerte que nadie lo escucharía
entra por dentro de las venas y envenena las arterias
deja el corazón apuñalado y el sexo decadente.
Es un grito reticente, sin cuchillos ni navajas.
A mi grito se le llama honestidad.
Mi mirada es inocente, avisa del aguijón que hay detrás de todo.
D.
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