miércoles, 12 de mayo de 2010

Cascada.


De mirar tan fuerte a través del cristal los ojos marcharon agotados.
La desolación se empeñara en encontrar nidos de humanos en las calles. Pero los ojos no veían nada más que una férrea vanidad que insulta a mi alma.
De mirar tan fuerte tan fuerte, el cristal se rompió y un trocito caprichoso se incrustó en mi mano izquierda para que afligiera un poco al escribir.
De mirar tan fuerte, durante un tiempo mi estar fuere puro asedio, para ganar y vencerme a mi misma.

Menos mal que ahora me siento algo cansada y molida, menos mal que ya no tengo ojos ni mordida.
Dejé de mirar para oler fuerte, fuerte, fuerte. Ser nadie para ser nada, y cantar un aleluya sepulcrado y tranquilo.

D.




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