domingo, 12 de diciembre de 2010

En mis días.

Ayer, sí, fue ayer.

Te miré a los ojos a través del prisma ecualizado.
Y para siempre más pensé que sólo podía amarte como aman los peces al mar, o las aves al viento.

Hay una frase que escupe lo que me pasa por la cabeza, pero en mi corazón jamás reman palabras, son solo pequeños destellos que parpadean las noche de ginebra y tónica.

Y presumo de nuevo que no existe nada más que el agua y tu olor, que el lacio pasar de momentos oscuros que asoman por la ventana o el tacto de la hoja de papel que acaricia mi yema junto al olor a libro que desde el antaño impregna mi alma.

Hay un confín en mis días de montaña y despertador,
hay ciertos instantes que perduran para siempre,
hay una cuenta pendiente y una apuesta que no pienso perder,
y una luz al final de el sendero que solo quiere iluminar lo que no tengo.

D.

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