Solo soy la poesía que te escribo cada noche y el cirio que alumbra mi dolor multiusos.
Pero tú no lo sabes.
Tú no sabes nada.
Tú no adviertes la pesadez de mi abstinencia al mundo, ni te cobras el dolor y la penumbra que a solas se pasea en mi garganta.
Y yo... solo soy éso. Llevo un esguince en cada beso que me has dado, y no existe agua que apague el odio que me quema por dentro, y que deja tuerta la ventana.
Soy eso, una más de tantas otras, la insignificancia que todo lo quisiera decir, la penúltima palabra de cada copla, la que se queda sin esencia, sin navidad, sin verso, almohada, colchón, cama... sin su oda.
D.
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