miércoles, 14 de abril de 2010

Creo que ahora duermo todas las horas que la angustia no me dejaba soñar.
Dormir profundamente para redimir y perdonar.
Es oblicua la dulzura que te tengo, que asciende y recae suspendida en su propia ciclotimia, y en la oscuridad de mis ojos se desvanece el almíbar y la lágrima.
Días de nube para explicarme por qué pensamos que somos especiales, la individualidad nos pasa factura, nadie es tan especial ni único.
El acrónimo que llevamos en el corazón es atemporal, las historia de los hombres nos dejó bien clara que si ahondamos en nuestras penurias al final todo es cadáver. Nada más.

Y de ese fósil y la arena que le entierra nadie hará una foto para ponerla en el escritorio. Nos da miedo saber que mañana ya no estaremos.

D.


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