Algunas, la mayoría simples y monótonas, amontonan miles de frases en forma de auxilio alentador que destroza la lujuria de las gentes, éstas tan mundanas y sencillas.
Otras forman parte de lo único y lo diferente, no necesariamente inteligente ni brillante. Más bien son aterrizajes condescendientes que aplauden su flotar en el aire bretón de un día más o un día menos, son estas personas normalmente singulares con más defectos que virtudes, mitos en sí mismos... héroes.
Luego y ya por último, se apean bruscamente les mezquinos, que ensucian las callejuelas de las noches madrugadoras, sin importarles aparentar ser el bulldozer del amor o del respeto, y que con sus largas pezuñas y sus cónicos colmillos, desgarran cualquier mérito estrepitoso del bonachón o del frágil poeta.
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