miércoles, 8 de septiembre de 2010

Sin dolor, con frío.

Que menos que reseñar una receta menuda que cuece una bienvenida al amanecer.

Qué prodigioso resulta el ventanal cuando la llanura de tu pelo y el "ahora" de mi día se mezclan amados, en el dulce viento, en la posada ermitaña, en el andar sosegado y en el vacío rebosante del alma.
Qué querer más enloquecido es acariciarte el párpado.
Qué completo es verte u olvidarte, qué gran desastre lleno de retornos al tercer sueño pueril el cual remata a mi resabiada palabra.


Qué mentira más inocente la promesa... y qué verdad tan cruel el amarte.

D.

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