Que menos que reseñar una receta menuda que cuece una bienvenida al amanecer.
Qué prodigioso resulta el ventanal cuando la llanura de tu pelo y el "ahora" de mi día se mezclan amados, en el dulce viento, en la posada ermitaña, en el andar sosegado y en el vacío rebosante del alma.
Qué querer más enloquecido es acariciarte el párpado.
Qué completo es verte u olvidarte, qué gran desastre lleno de retornos al tercer sueño pueril el cual remata a mi resabiada palabra.
Qué mentira más inocente la promesa... y qué verdad tan cruel el amarte.
D.
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