ni ortigas desquitadas,
ni pétalos de lumbre triste
ni vestiduras nunca desgarradas...
Ni piedras en los rincones,
que no dejan a honrados caballeros,
defender a trompicones los más olvidados reinos.
No me verás nunca más juzgar la rosa que no soy,
no volverás a desmenguar el invierno que no es hoy,
no criaremos más poemas en esta letra tan cursiva,
no nos reprocharemos el tintineo de robarnos más la vida.
No busques el homenaje en esta boca de tan puta tan seca,
no me vendas la camisa rota ni el fardo de tu melodía,
no te engañes, mi amor ya no es sol de mediodía,
déjame clavar las uñas a la espalada de otra duna,
y así, de una en una,
olvidarme de verdad de tu templo y de mi meca.
D.
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