martes, 15 de septiembre de 2009

Díselo a la rabia

Más allá de tus palabras reincidentes, no queda nada más de lo que hablar. Punto.

Dando paso a la siguiente función retroceso siempre apreciativo, la carrerilla es provechosa cuando los tacones de la vida pican al canto.
Ahora toca dormir, y tener un largo sueño donde al gota de agua fría se deje caer sobre mi frente, mis infiernos al carajo.
Delante de mi queda obsoleto el mapa del mundo (el mapa de un mundo) que me reprocha cada día quedarme quieta en la misma silla para pensar siempre las mismas palabras. “Nariman también está buscando su destino” quizá me faltó pensar que mi destino tiene el pelo cano…

Miro la nube gris a través del morado cristal para divisar que aún no se percibir del todo el infinito, claro… queda tanto por recorrer…y tan lejos queda lo ya recorrido.

Tú eres demasiado bueno para mí.

Qué mediocre me resultó volar atravesando el caminar de esas gente… mírales… la fragancia del desasosiego les lleva a ninguna parte para ser ninguno. De mientras embolso pedazo a pedazo mi agua y tu agua…
Se va asomando la miseria, un pueblo pobre para vidas olvidada en rincones del mundo (de un mundo).
A veces siento que cada día hay menos oxígeno en el aire cual desánimo que se intuye en la esquina alienta heridas y persigue mi duda: la duda.
Kerala, Goa o Antapur, por ahí anda la cosa, y el recorrido me da miedo, es tal el respeto que le tengo que mejor no hablemos…
Plegaré la fotografía que simulaba el fotograma perdido, dos niñas: acto seguido ventanal siniestro… alma furibunda.

Y en el salón aún se refleja el pescuezo de quien creyó creerse el olvido… gotea su aliento.
La abstracción de mis palabras no es gratuita, pasa que la descripción convencional me aburre de forma dramática, es el ocaso del habano que se apoquina en el último calo…

Conmovedora dulzura.

D.

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