Qué fácil.
Cuánta hermosura, sus manos fluyendo en el aire dirigiendo el viento para que el compás armonioso de un piano, un violonchelo y una voz vibraran al unísono.
Qué perfecto y desordenado.
Qué sutileza tan pura y tan dulce fuera la que empujó una lágrima de mi cabellera. Y noté entonces tu susurrar en mi oído y el escalofrío me miró a los ojos y me dijo:
"escucha mi música, ¿ves?, eso que sientes tan bello no es belleza, es tu porvenir..."
Gràcias Mireia.
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