Un horizonte de escarlata cuelga del pellejo,
una muerte fría y hostil cimbrea tu espejo.
El rencor queda tan lejos que me desposo de ti para besar el laúd, y la cuerda vocal que evoca tu farsa.
Y la mesa, y la lámpara, y la estufa... todo lo que desenreda mi razón y mi día... nada de eso está. Ya no hay nada.
No hay nada.
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