Como si alguna vez me hubiera gustado ser una yonki del dolor. Y desprenderse del pedaleo circunscrito y vertebrado, gravemente herida en el ego.
Merece más la pena compadecer a los demás que a uno mismo, ya me cansa mirarme tanto al espejo, es ridículo.
Tantos años de introspección para al final, para desde el final retroceder... y percatarse una de que la bondad se halla en la gratitud a los otros. Es como un "todos somos hijos de Dios" pero sin creer demasiado en Dios.
Gracias Nico, de alguna manera tú me has enseñado esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario