Se me vienen a la cabeza un montón de recuerdos al cerrar los ojos
ahogándome en esta incertidumbre. Las personas a veces no recuerdan a sus
oirígenes.
Pensamos que la palabra es duena y señor de todo, pero más que la
palabra a mi me preocupa el olfato... si señores, el olfato.
El olfato revisa cada una de nuestras partículas, nos guía de forma
instintiva hacia la cúpula de nuestra respiración. Imagino que ya
sabéis que no me refiero únicamente al olfato entendido como sentido. Estoy
hablando del "otro olfato" que es más gutural que nasal, del que es mas exacto
que aleatorio, más propio de nuestra bondad que de nuestra nariz. El olfato
que nos dirige hacia nuestro destino, ese sino nuestro lleno de gloria, que
que a veces se acumula en pena, en tedio, en astio... pero al fin y el cabo
esplendoroso en su forma de hacernos sentir la vida. Hablo del olfato
omnisciente, de ese todopoderoso que nos cuenta historia de esos días que
nos pasan por delante de las "narices"...
A veces los pies andan aunque no se lo pidamos, caminan así, sin más... y las
manos discuten entre ellas, torpes y patosas al pretender abrir una lata de
conservas o al marcar erróneamente aquel número de teléfono.
Hay días en los que parece que el pelo se nos ha levantado con el pie
izquierdo y no desea para nada hacer las paces con nosotros... y los ojos...
malditos sean. Nosotros que intentamos de vez en cuando ser felices o
almenos estarlo y ellos no paran de recordarte alguna pena, ese pensamiento
oscuro que se queda a tu ladito, y ellos sin más remedio se ponen a llorar
cual huerfano prematuro espera a que alguien le vaya a buscar a la salida
del colegio
Pero el olfato no, el olfato siempre esta ahí. Es el que realmente vibra
ante la presencia de quien te acongoja y se retuerce de emoción ante la
misericordia del bienvenido. El es sincero, el es cierto,verdadero,
auténtico, el olfato es noble, es compañero, es amigo... nos advierte de lo
extraño enseguida... y nos hace la boca agua al pasar a las dos de la tade
cerca de la cocina y sentir de forma casi celuloide el guiso de ternera o el
cocido de lentejas... y nos protege, claro, de esos apestados mentirosos que
juegan a engañarnos, nos advierte casi meticulosamente del que nos quiere
herir siempre enseñándonos a diferenciar del que nos quiere bien aunque
tambien nos duela...
Algún día tenía que escribir algo sobre mi buen amigo, el cual, nada me pide
nunca a cambio, a excepción de una gruesa bufanda en invierno y un suave
hervor de poleo menta en tardes lluviosas.
Un beso,
Dima.
ahogándome en esta incertidumbre. Las personas a veces no recuerdan a sus
oirígenes.
Pensamos que la palabra es duena y señor de todo, pero más que la
palabra a mi me preocupa el olfato... si señores, el olfato.
El olfato revisa cada una de nuestras partículas, nos guía de forma
instintiva hacia la cúpula de nuestra respiración. Imagino que ya
sabéis que no me refiero únicamente al olfato entendido como sentido. Estoy
hablando del "otro olfato" que es más gutural que nasal, del que es mas exacto
que aleatorio, más propio de nuestra bondad que de nuestra nariz. El olfato
que nos dirige hacia nuestro destino, ese sino nuestro lleno de gloria, que
que a veces se acumula en pena, en tedio, en astio... pero al fin y el cabo
esplendoroso en su forma de hacernos sentir la vida. Hablo del olfato
omnisciente, de ese todopoderoso que nos cuenta historia de esos días que
nos pasan por delante de las "narices"...
A veces los pies andan aunque no se lo pidamos, caminan así, sin más... y las
manos discuten entre ellas, torpes y patosas al pretender abrir una lata de
conservas o al marcar erróneamente aquel número de teléfono.
Hay días en los que parece que el pelo se nos ha levantado con el pie
izquierdo y no desea para nada hacer las paces con nosotros... y los ojos...
malditos sean. Nosotros que intentamos de vez en cuando ser felices o
almenos estarlo y ellos no paran de recordarte alguna pena, ese pensamiento
oscuro que se queda a tu ladito, y ellos sin más remedio se ponen a llorar
cual huerfano prematuro espera a que alguien le vaya a buscar a la salida
del colegio
Pero el olfato no, el olfato siempre esta ahí. Es el que realmente vibra
ante la presencia de quien te acongoja y se retuerce de emoción ante la
misericordia del bienvenido. El es sincero, el es cierto,verdadero,
auténtico, el olfato es noble, es compañero, es amigo... nos advierte de lo
extraño enseguida... y nos hace la boca agua al pasar a las dos de la tade
cerca de la cocina y sentir de forma casi celuloide el guiso de ternera o el
cocido de lentejas... y nos protege, claro, de esos apestados mentirosos que
juegan a engañarnos, nos advierte casi meticulosamente del que nos quiere
herir siempre enseñándonos a diferenciar del que nos quiere bien aunque
tambien nos duela...
Algún día tenía que escribir algo sobre mi buen amigo, el cual, nada me pide
nunca a cambio, a excepción de una gruesa bufanda en invierno y un suave
hervor de poleo menta en tardes lluviosas.
Un beso,
Dima.
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