El bienestar...
ese asunto que conjetura mi dolor de estómago con la vuelta de septiembre, mi ardor postneural en las sienes con la fricción de tus manos al sostener mi frágil remordimiento.
Quererte es una responsabilidad, y es como si aún no supiera conllevarla.
Como un deber reflexivo y placentero, y a la vez una angustia tenebrosa que resbala al segundo entre mis dedos y mis labios...
Quererte duele mucho, y solamente la caricia que resuelvo cuando pasas tu mano por mi cuello consigue que me desprenda de eso... del miedo.
Pero igual te quiero.
D.
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