viernes, 29 de abril de 2011

Quererte.

Si resigo los peldaños que cubren mi corazón desesperanzado, si riego la yedra que cubre un insomnio prolongado, si esta tortura no resuelta que viene de dentro sigue a contracorriente entre la orquídea y Callao, no sé en qué partícula supuesta del mundo hallaré el bien estar.
El bienestar...
ese asunto que conjetura mi dolor de estómago con la vuelta de septiembre, mi ardor postneural en las sienes con la fricción de tus manos al sostener mi frágil remordimiento.
Quererte es una responsabilidad, y es como si aún no supiera conllevarla.
Como un deber reflexivo y placentero, y a la vez una angustia tenebrosa que resbala al segundo entre mis dedos y mis labios...
Quererte duele mucho, y solamente la caricia que resuelvo cuando pasas tu mano por mi cuello consigue que me desprenda de eso... del miedo.

Pero igual te quiero.

D.

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