sábado, 2 de abril de 2011

Punto.

Le quería mucho, muchísimo.
Pero la lluvia del cielo plomizo pudo más que todos aquellos verbos y pronombres.

Le quería mucho, muchísimo, pero los días pasados contemplaban un final reconocible para ambos, la inminente tragedia del cada uno, y estar a sabiendas de que la ventana y la puerta permanecerían tapiadas durante los años venideros.

Los rayos de luz ya no filtraban en sus corazones, la búsqueda pueril del amor caduco se rendía ante cada una de sus plegarías, y el color de su habitación se tornó negro como el miedo y el estupor.
Nada es infinito en el destino del hombre.
Nada comienza y acaba en el mismo camino.
Nada perdura fresco en la tempestad del tiempo y nada complace a la traición y a la dolencia.

Y si me hago consciente, en el más servil sentido de la conciencia, entonces duele más. Y entonces... ya no encuentro consuelo si estoy contigo.

D.

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