viernes, 29 de abril de 2011

Quererte.

Si resigo los peldaños que cubren mi corazón desesperanzado, si riego la yedra que cubre un insomnio prolongado, si esta tortura no resuelta que viene de dentro sigue a contracorriente entre la orquídea y Callao, no sé en qué partícula supuesta del mundo hallaré el bien estar.
El bienestar...
ese asunto que conjetura mi dolor de estómago con la vuelta de septiembre, mi ardor postneural en las sienes con la fricción de tus manos al sostener mi frágil remordimiento.
Quererte es una responsabilidad, y es como si aún no supiera conllevarla.
Como un deber reflexivo y placentero, y a la vez una angustia tenebrosa que resbala al segundo entre mis dedos y mis labios...
Quererte duele mucho, y solamente la caricia que resuelvo cuando pasas tu mano por mi cuello consigue que me desprenda de eso... del miedo.

Pero igual te quiero.

D.

lunes, 25 de abril de 2011

(13)

"Impulso, impulso, impulso,
siempre el impulso procreador del mundo.

Desde las tinieblas avanzan los iguales, siempre la materia y la
multiplicación, siempre el sexo,
Siempre una identidad entretejida,
siempre la diferenciación, siempre
una progenie de vida.

de nada vale entrar en detalles, cultos
e incultos saben que es así.

Seguro como el que más, a plomo
sobre las columnas, sólido,
ensamblado en las vigas,
Fornido como un caballo, afectuoso,
altivo eléctrico.

Aquí me alzo junto a este misterio.

Diáfana y suave es mi alma, y diáfano
y suave todo lo que no es alma,

Si uno falta, faltan ambos, y lo visible es la prueba de lo visible,
Hasta que se vuelve invisible y es probado a su vez..."

Walt Whitman. "Cuerpo, pueblo, espíritu"
Traducción: Leandro Wolfson.

sábado, 2 de abril de 2011

Punto.

Le quería mucho, muchísimo.
Pero la lluvia del cielo plomizo pudo más que todos aquellos verbos y pronombres.

Le quería mucho, muchísimo, pero los días pasados contemplaban un final reconocible para ambos, la inminente tragedia del cada uno, y estar a sabiendas de que la ventana y la puerta permanecerían tapiadas durante los años venideros.

Los rayos de luz ya no filtraban en sus corazones, la búsqueda pueril del amor caduco se rendía ante cada una de sus plegarías, y el color de su habitación se tornó negro como el miedo y el estupor.
Nada es infinito en el destino del hombre.
Nada comienza y acaba en el mismo camino.
Nada perdura fresco en la tempestad del tiempo y nada complace a la traición y a la dolencia.

Y si me hago consciente, en el más servil sentido de la conciencia, entonces duele más. Y entonces... ya no encuentro consuelo si estoy contigo.

D.