Ayer tuve una idea, un pensamiento.
Caminaba hacia casa tratando de esquivar la llovizna entre mi paraguas made in Japan y las repisas de los edificios colindantes cuando un señor sexagenario pero paró para preguntarme si me interesaba que me explicase algo. Me mostró un folleto muy "a lo testigo de Jehová" con una magnánima frase "Cómo encontrar la paz en el mundo". Mi respuesta refleja, cual sinapsis neuronal, fue enseguida un "no gracias, se lo agradezco pero no gracias" contenido en una amplia sonrisa. Siempre me evocaron compasión estas personas.
Unos tres segundos después es cuando mi pensamiento con su correspondiente reflexión aterrizó en mi cabeza: ¿y si un día te paras, y conversas, y eres tú la que los convence?... en serio... que los acabes convenciendo.... que los desencadenes de sus férreas ideas con una conversación de diez minutos en plena calle, de su fe elegante y bondadosa, que consigas darle la vuelta a sus almas, y que al final pasen de su zona confort de creencias al abismo incontrolado, maltrecho e indefinido donde yo me encuentro cada puñetero día de mi vida.
Que el dudoso convenza de su duda.
Por que su duda sea atractiva e igual de omnipresente y todopoderosa que Jesús.
Explicarles que quizá sí, o quizá no, o que seguramente de igual por que tal cual vinimos nos iremos y que en realidad nada de lo que hagamos o pensemos tiene importancia.
Pero seguramente la próxima vez volveré a evocar un "no gracias", alma cándida, quién quisiera vivir en esta incertidumbre del "para qué" pudiendo creer en un vacío aún más lleno.
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